domingo, 13 de agosto de 2017

Pregón de las fiestas de Monleras 2017 pronunciado por Rodolfo Pérez


Pregón en las fiestas de mi pueblo, Monleras, 12 de Agosto de 2017.

· La técnica del rumor (rumorología), entendida como esa difusión tendenciosa, que transmite con enorme eficiencia información social, política y local, funciona por doquier, y es así como antes de la invitación de Ángel, me llegó la noticia. De todas formas (D2) !Gracias, Ángel y la corporación¡

· Ante todo, un saludo: Mucho he disfrutado siempre del buen decir, tanto en prosa como en verso, de ahí que no encuentro mejores palabras para saludaros a todos, chicos y grandes, ancianos y allegados, autoridades y organizadores de estas fiestas, que con los versos de Luciano Ruano (D3) en sus poemas ‘A Monleras’:

“Mujeres, hombres y niños

mocitas, quintas y viejos,

empedrado está Monleras

de querencias y recuerdos.

Prestad todos atención

a las coplas del coplero,

que tropieza en cada piedra

y saca un serón de cuentos”.

No habrá muchas coplas en mi pregón, pero sí, querencias, recuerdos, gratas experiencias y hasta algún cuento, consciente de que mi historia enriquece a la de mi pueblo, pueblo que avanza esperanzado hacia el futuro, y que ya suena por el mundo, porque incentiva cultura y religión, acción comunitaria y sana diversión, civismo y gran renovación.

1.- Y… ahora me presento, pues nada más lejos de mí, que el ser descortés: Aunque mi familia no aparece en el libro de Celedonio (D4), porque mis padres eran de Sardón, pero mis hermanos y yo sí nacimos en Monleras, ya me gustaría presentarme con la música de fondo de la dulzaina de Eleuterio (D5) pasando por delante de nuestra casa con las vacas, a la vez que yo me quedaba embelesado hasta que desaparecía por el Humilladero. Sí, soy Rodolfo Pérez García, cuya historia tiene su inicio allá en el recién estrenado 1939, año en el que felizmente terminaría una guerra que nunca debió existir, el 20 de enero, aunque aquí en el ayuntamiento (D6) conste el 21, día en el que Ángel el entonces Secretario, recibió y consignó en acta. Llegaba a este mundo renqueando como el 4º hijo de una familia numerosa; y digo renqueando, por aquello de que hasta los tres años no acerté a caminar en firme, si bien, no dejaba de arrastrarme por el barrio, yendo en pos de mayores y pequeños, y comenzando ya lo que sería mi primera profesión: cazar pájaros, tirar cantos a perros y gatos, una de mis especialidades hasta los doce años que viví en Monleras “hecho un tirillas”; y bien digo renqueando, aunque hábilmente utilizaba un pie y la real posadera del otro como puntos de apoyo, usando de muletas los brazos como medio de traslado; sí, un niño, teniendo como padres a Antonio y Teófila (D7), él entonces peón caminero y, ella con las tareas familiares y su firme temperamento, bien gobernaba la casa. A este niño, que a los ocho días cristianaron (D8) con el nombre de Rodolfo en recuerdo, no de Rodolfo Valentino, ni de Rodolfo el reno, sino del tío que teníamos en Argentina, pues ¿quién no tenía un tío en América en aquella época? El tío se llamaba Rodolfo García apodado bolsorroto, a causa de lo que le pesaban sus manos siempre metidas en los bolsos.

Sí ‘Ese sí soy yo’, ‘el mismo que viste y calza’. Lo mío siempre fue lo de la profesión, pues de cazador de pardales y gatos, por las calles del barrio y la alameda de la Romera, después quise ser cura y torero; eso es lo que respondía con decisión a los familiares cuando venían a la fiestas, pareciera que ya tenía asumido aquello del profeta Jeremías: “me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir”; mas no paró ahí la cosa, pues bien pronto, yendo en una ocasión con mi hermano Lauren a llevar dos cerdos al Villarejo para cebarlos, nos topamos con las ancas de un toro suelto (D9) en la primera esquina que encontramos, y ‘pies pa què os quiero’; lo cierto es que pronto me fui quedando solo con lo de cura.

2.- Y en esta pequeña historia de un moleriense, aquí entra en escena, D. Abelino, que a poco de llegar con su armonium y sus dotes de educador en sustitución de D. Baltasar, pronto nos preparó a Manolo, Hipólito, Casiano y a mí, para que, al tiempo que aprendíamos a jugar al ajedrez, nos fuera enseñando pacientemente toda la misa de difuntos en gregoriano; esta profesión de cantor y solista en mi, perduró por años.

Mas, comprobando mi padre que yo seguía con la matraca de cura, se puso al habla con D. Abelino y D. Andrés, éste entonces párroco del Manzano, hasta que los tres vieron más conveniente llevarme, no al seminario, sino a los Salesianos, porque las mensualidadades allí eran tan solo en aquella época, de 30 pesetas; pero a los dos años, llega mi padre al seminario salesiano de Arévalo decidido a llevarme para casa, pues no le salían las cuentas a final de mes; respondiendo el director a la petición de mi padre, le dice: “llévese al muchacho si quiere, pero sepa que vive muy feliz y contento aquí, o mejor – continuó - déjelo y pague lo que buenamente pueda”; gracias a ese diálogo entre los dos, llegué a ser Salesiano y sacerdote (D10).

3.- Y ¿Cómo era la educación que recibí?: Aún recuerdo que fueron tiempos recios para mí, pero de los que hoy me siento agradecido y orgulloso; años en los que para dejar de ser tan ‘pendenciero’, y quitarme la manía de hacer ‘picias’ como la de asaltar apetitosos frutales los domingos por la tarde con una cuadrilla de amigos, la vida, a través de mis padres, me llevó a una nueva profesión, la de trillique en Berganciano, a los diez años para el Sr. Samuel, el del molino restaurado (D11), y después para el Sr. Tomasín, contribuyendo con cuatro pesetas y a veces con unos reales, a la economía de la casa, que con tantas bocas que alimentar, hacía aguas por todas partes. Sin duda fueron duros aquellos veranos, al tener que levantarse a las cinco de la mañana, habiendo maldormido en un jergón de paja en la panera, y por desayuno, una copita de aguardiente y una galleta, quedando así entonao para arrancar garbanzos casi al ritmo de los mayores, o para ir a acarrear dando haces de trigo, centeno, manojos de algarrobas, para de inmediato correr a buscar las vacas o los bueyes, ayudar a uncirlos y después pasarte el día en el trillo vigilando adormilao para que no se cagaran en la parva.

Y durante el año en el pueblo, después de salir a las cinco de la escuela, eran tres los oficios en los que nos turnábamos los hermanos mayores (D12): ir a echar de comer a los cerdos a la Rivera (D13), hacia la mitad de la cuesta el Navazo, cerca del molino del Sr. Feliciano, o por el camino de las cruces (D14), allá por Valcabrero; el otro, a buscar las cabras al Corral de Concejo, hoy Centro de Interpretación, para después ordeñarlas y echarles de comer, y el otro para cavar y regar en la huerta.

La firmeza y la fuerza de voluntad la adquirí con el trabajo, con la disciplina familiar y con el buen cocido acompañado de relleno, jamón, las abundantes verduras de la huerta, la morcilla, los calostros, el suero, los torreznos, las sopas de ajo, el farinato, … hasta que hicieron de aquel niño enclenque, un muchacho normal.

4.- ¿De qué me sirvió tanta disciplina? Os responderé con un hecho de vida de los muchos que he utilizado como Sacerdote, profesor y educador: “Hace bastante tiempo tuve como vecino a un médico. Su "hobby" era plantar árboles en el enorme espacio de su casa. Me llamaba mucho la atención el hecho de que jamás regara los brotes que plantaba. Pasado algún tiempo, noté que sus árboles tardaban mucho en crecer. Cierto día decidí acercarme a preguntarle por qué no los regaba nunca. Y con aire de satisfacción me explicó su teoría diciéndome: si regaba los árboles, las raíces se acomodarían en la superficie y quedarían esperando el agua fácil de arriba. Al no regarlos, los árboles tardarían en crecer, pero sus raíces (D15) tenderían a hundirse hacia lo más profundo, buscando el agua y los nutrientes que se encontraban en las capas profundas. De este modo, tendrían raíces fuertes, y serían más resistentes a la intemperie, y añadió que a menudo les daba unas "palmadas" con un diario doblado, para que se mantuviesen siempre "despiertos y atentos". … Yo me fui a Perú, y varios años más tarde volví a echar un vistazo a la residencia del médico. Al acercarme, me encontré con un bosque que no estaba antes. ¡Mi antiguo vecino, había realizado su sueño! Aquel día soplaba un viento muy fuerte y helado. Los árboles de la calle se arqueaban, como si no pudiesen soportar el rigor del invierno, pero los árboles del vecino estaban firmes: prácticamente no se movían, resistiendo a las inclemencias del tiempo. ¡Qué curioso!, pensé... Las adversidades por las que habían pasado aquellos árboles, privados de agua y recibiendo unas "palmadas", parecía que les habían beneficiado de tal modo, que el confort y el tratamiento más fácil jamás habrían conseguido.

Es así como pude comprobar con los años, que las arduas tareas y la buena alimentación desde la misma cazuela o perol, me espabilaron y me hicieron más ‘resistente a la intemperie’ de la vida, echando raíces profundas y dejando de ser debilucho como había nacido, hasta poder verme, ya de cura, cargando carros de heno por Asturias, o cavando en el jardín de la parroquia en Madrid, teniendo que soportar a tanto ingeniero transeúnte que pasaba por allí sorprendido, viendo cavar al cura.

5.- Además, yo jamás me aburrí en los doce años que viví aquí, pues de las obligaciones habituales, nos bastaba con las diversiones del momento: juego de pelota, las chapas (o platillos), la trompa, las bolas, el tirable, el aro, el marro, los cartones, el escondite, la hinca, el castro, … La necesidad y la creatividad frente al aburrimiento nos proporcionaban los medios adecuados de forma que parece que hubiéramos leído aquellos versos de Julia Esquivel (D16):

«Vivo cada día para matar a la muerte.

Muero cada día para parir la vida.

Y en esta muerte de la muerte,

muero miles de veces y resucito otras tantas,

desde el amor que alienta de mi pueblo a la esperanza».

6.- Moleriense por el mundo (D17): Sí, como aquello de ‘españoles por el mundo’, primero anduve por pueblos y ciudades de España y después por Latinoamérica, pero llevando a mi pueblo por delante y manteniendo el sentido de mi vida después de haber leído ‘El hombre en busca de sentido’, de Viktor Frank,(D18) que tanto bien me hizo.

Y tú, ¿de dónde eres? me preguntaban con frecuencia, ‘a lo que yo’ (expresión muy de Monleras), rápidamente y vocalizando, pues siempre se me dieron bien los griegos, latines y el castellano) respondía, de Mon-le-ras, … ¿cómo, … de Muleras? ¿De Monteras?, de mo, qué? De Monleras, coño, es que está usted sordo? Así era generalmente mi entrada por oficinas, pueblos, ciudades y países, sobre todo Madrid, donde estuve más de treinta años por el entonces conflictivo barrio de San Blas como sacerdote, profesor y psicólogo y, más tarde ya como auténtico ciudadano del mundo, pero eso sí, llevando a mi pueblo por Portugal, Francia, Italia, Ecuador (D19), Perú, Chile, Uruguay, Argentina, Brasil, …

Cierto es que a pesar de salir del pueblo a los doce años, fueron frecuentes las vueltas a mis raíces originales, acompañando varias veces a los padres a las fiestas, o a celebrar la primera misa aquí en 1968, y después la comida en el eventual restaurante del taller del Sr. Germán, o a los 25 años de cura también en Monleras el 15 de agosto.

Pero … ¡vale ya de historias, y suéltanos el pregón de una vez!, dirá alguno, y qué razón tiene; tan solo he querido poneros en antecedentes para preparar el ambiente y, porque soy un convencido de ‘que un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia’ y Monleras está haciendo historia.

7.- Bien por todo esto, pero que comience la fiesta, pues si el pregón es un acto de promulgación en voz alta de un asunto de interés para el público y, particularmente, el acto con el que se inicia una celebración, vengamos todos a las fiestas que ya comienzan. Sí comience la fiesta:

· Como pregonero este año y miembro del pueblo hasta sus raíces, anuncio y deseo sinceramente que comiencen, viváis y disfrutéis de estas fiestas, pues todo ser humano necesitamos vivamente de la fiesta,

· Como pregonero, creyente, teólogo y hermano presbítero de la Iglesia y la comunidad Adsis, os anuncio que no es pecado la fiesta, que necesitamos poner mucha fiesta en nuestro vivir (¡ojo a todos, no se trata de indulto total¡), que para pasárselo en grande tan solo necesitamos un buen programa como el que nos ha organizado el ayuntamiento, ‘un corazón contento’ (D20) como el de canciones de los años 60-70, y ganas de disfrutar, manteniendo siempre abierto el ojo de la responsabilidad, de la consciencia que no permite llegar hasta el momento crítico del descontrol y desenfreno, que nunca lleguemos a perder el sentido de lo que hacemos. Sí, que comiencen ya nuestras fiestas.

Y a falta de chupinazo, bien resuene en este momento aquella copla de Luciano:

“Monleras siempre fue bravo, independiente y flamenco.

En la comarca lo envidian y hace ley de sus festejos”.



!!VIVA MONLERAS y SUS GENTES¡¡ !!FELICES FIESTAS A TODOS¡¡