Buenas noches
Yo soy Mariana, nacida en Monleras, Partido de Ledesma,
Provincia de Salamanca y Reino de León. Así decíamos en la escuela cuando yo
era chica. Ahora soy religiosa trinitaria y estoy en la Argentina.
Cuando el alcalde señor Ángel me pidió que dijera unas palabras
sobre mi pueblo, me quedé sin saber qué contestarle porque no tenía idea de qué
podía hablar. Después comencé a pensar y me di cuenta que habiendo pasado aquí
mi infancia es de lo que más recuerda uno. No sé si a ustedes les pasa lo mismo
pero yo me acuerdo más de cuando era chica que las cosas que me suceden
últimamente.
Los primeros años de mi vida trascurrieron entre mi familia,
la escuela y la Iglesia. Mis padres, Eloísa y Victoriano, como todas las
familias del pueblo tuvieron que luchar mucho para llevar adelante la familia:
el trabajo duro del campo, la siembra, la trilla, la cosecha. Como nosotras,
Bene, Geno y yo, éramos más pequeñas, la mayoría de las veces nos dejaban en
casa con mi hermano Cele. Francisco y José, con mis padres, se iban al campo.
Aunque la vida era muy dura, yo al ser muy chica, mucho no me daba cuenta. Un
día recuerdo que mi padre, seguramente porque estábamos pasando necesidad, se vio
obligado a vender el burro, que teníamos para el trabajo, en Vitigudino; y
mientas fue a arreglar los papeles, cuando regresó, se lo habían robado. Imagínense
como volvió mi padre a casa. Luego tuvo que vender la vaca lechera que a mí me
costó lágrimas porque estábamos muy encariñados con ella y además, lo que era
peor, no íbamos a tener más leche. Yo ahora pienso cuánto tendrían que haber
sufrido todas las familias de aquel tiempo, no solamente la nuestra. Solamente
la fe en Dios y con la unión que había en la familia, podían seguir adelante.
Nuestros juegos eran en casa, en la escuela, en la calle
o en casa de algunas de las compañeras, con los chicos vecinos o con mis
primas, Juliana y Ángela, que además de ser primas, vivíamos al lado y siempre
estábamos en una u otra casa. Nuestros juegos más comunes eran: jugar a las
casitas, al castro, a la cuerda, a las tabas y a contar cuentos, etc. Recuerdo
que en verano solíamos salir por la tarde a la calle mientras nuestras madres
se sentaban a tejer y jugábamos todos juntos, chicos y chicas; en ese rato solían
salir a pasear Don Valentín y Doña Lucinda (a quienes teníamos muchos respeto) salían
con sus hijos, y cuando los veíamos llegar nos escondíamos porque si nos veían
jugar chicos y chicas juntos, al día siguiente nos retaban en la escuela.
También nos retaban si nos veían o se enteraban que pasábamos por la plaza
cuando había baile.
También recuerdo cuando se mataban los cerdos, era una
fiesta para todos, nos juntábamos toda la familia: mi tío Quico con los hijos:
Catalina, Juan, Graci, Isabel y Tere; mi tío Andrés y mi tía Regina con Juliana
y Ángela y nosotros. Mientras los grandes trabajaban, los chicos aprovechábamos
para hacer bromas; hacíamos lumbre en la calle y nos calentábamos en ella
mientras nos divertíamos. También íbamos a dar el cacharro a otros que habían
hecho la matanza el mismo día.
En verano íbamos a trillar en la Manga del Manzano, como
no teníamos reloj conocíamos la llegada del mediodía al llegar la sombra a una
piedra, que habían colocado a propósito; cuando esto sucedía ya nos poníamos de
pie en el trillo para mirar al Santo porque por ahí tenía que bajar mi madre en
el burro con la comida. Era el momento más importante.
También desde el trillo esperábamos el coche de línea que
todas las tardes pasaba por la carretera abarrotado de gente para decirle
“adiós”, creo que era el único coche que pasaba.
Recuerdo un día que estaba en los manzanares con uno de
mis hermanos, creo que era Cele, hice un gran descubrimiento. Encontré un nido
de perdiz entre unas peñas y arbustos y salí gritando de alegría (ni que
hubiera descubierto América). También salíamos a buscar y comer moras. Eso no
era nada malo. Lo malo era que las llevábamos los bolsillos y ya se podrán
imaginar cómo quedaban y lo que nos esperaba cuando llegábamos a casa.
Las noches de invierno las pasábamos calentándonos a la
lumbre, a la luz del candil y cuando mi padre o mis hermanos iban a echarles de
comer a las vacas, que estaban en el corral íbamos con faroles para
alumbrarles. Cuando llegó al pueblo la
luz eléctrica, pusieron una en cada casa y la nuestra la pusieron en el portal
y abríamos las puertas para que entrase en las habitaciones.
La escuela en aquel tiempo no era de mucho agrado como es
ahora “la letra con sangre entra” aunque con nosotras no fue tanto así. A pesar
de eso, yo solo recuerdo haber faltado un día. El día en que mi hermano
Francisco se tuvo que ir al servicio militar. De la escuela tengo muchos
recuerdos, pero uno muy puntual. Cuando murió el señor Fausto, la señora Fredes
tuvo que marchar a Buenos Aires con sus 7 hijos, para mí esto fue muy triste;
por eso, cuando después, de religiosa, me trasladaron a Buenos Aires y pude
conseguir alguna dirección, fue una alegría muy grande poderme encontrar con
una de las hijas que coincidió no estar muy lejos de donde teníamos nosotros un
colegio. Los lazos son muy fuertes cuando uno está lejos. También me pasó con
dos muchachos de Argusino que se marcharon a Buenos Aires cuando su pueblo quedo
bajo el agua. Ahora hace unos meses vimos su pueblo por televisión y lo llamé
para que lo miraran. También con Martín, nuestro vecino, que está en el
Paraguay pude comunicarme en alguna ocasión.
También recuerdo las campanas que anunciaban distintos
eventos: fallecimientos de mayores y niños, gente perdida en la nieve, para
pagar los impuestos, para ir de ojeo y para las fiestas grandes, que
repiqueteaban las campanas anunciando que era día de fiesta.
En la escuela y en la familia aprendí a conocer y amar a
Dios, aunque esto fue creciendo con el tiempo. Recuerdo las fiestas del pueblo:
el día de Corpus, las calles perfumadas por las flores, el olor a tomillo, el romero,
los balcones lucían colchas y manteles los más hermosos, los altares que se
preparaban para hacer paradas con el Santísimo y pedir por las necesidades de
nuestro pueblo. Recuerdo a mi tío Andrés tocando el tamboril, la marcha real y
los cohetes. Nosotras, las niñas, íbamos con delantal y moños blancos en la
cabeza.
Recuerdos lindos de la parroquia donde fui bautizada y
comencé a frecuentar el Sacramento de la Eucaristía, el repiqueteo de campanas
llamando a la iglesia para concurrir al templo.
La Virgen de la Asunción, nuestra Patrona. Es ella quién
nos sigue reuniendo hoy aquí y es que la madre no puede faltar. Así como el día
de cumpleaños o santo de nuestra madre todos los hijos se reúnen, asi también
el día de nuestra madre del cielo, le decimos “aquí estamos”. Esta devoción a
la Virgen está extendida por toda América Latina. “Por María a Jesús”. Es el
mejor medio para ir a Él. Recuerdo las visitas de la Virgen a nuestro pueblo a
través de las advocaciones de Fátima y Lourdes, que íbamos a esperarla y a
despedirla.
Otro acontecimiento muy importante para mí fue la misión
de los Redentoristas en el pueblo. En ella sentí que Dios me llamaba para la
vida religiosa y desde entonces no pensé en otra cosa que en concretar mí
deseo. De aquí se fueron al Manzano y los acompañamos hasta allí y volvimos en
el camión del señor Eloy.
Les aseguro que
siempre me he sentido feliz en la vida religiosa, aunque en mi camino hayan aparecido
dificultades como en todas las órdenes de la vida. Les cuento que cuando empecé
a estudiar en Buenos Aires, la primera clase de música la profesora nos enseñó
una canción que me hizo emocionar y era así: “pueblito mi pueblo, extraño tus
tardes, querido pueblito no puedo olvidarte”.
La mayor felicidad está en cumplir con la vocación a la
cual hemos sido llamados por Dios en función de servicio. Cada vez que vuelvo
al pueblo veo más positivo que negativo, se nota que las autoridades sirven al
pueblo y no se sirven del pueblo. Es un ejemplo para el mundo, si todos
trabajaran en función de servicio, no habría guerras en el mundo. Nuestro
pueblo siempre dio ejemplo de generosidad y le gustó compartir. Recuerdo una
noche de mucha lluvia, pasaban por las cruces dos pastores con sus ovejas y se
acercaron a nuestra casa, que vivíamos cerca, para refugiarse. Recuerdo que mis
padres los hicieron entrar, se secaron las ropas en la lumbre y les dieron de
cenar; luego vi como mis hermanos, Francisco, Cele y José, se fueron al pajar
de la paja para dejarles la cama y pudieran descansar ellos. Así era el pueblo
de Monleras y así sigue siendo, se percibe enseguida.
Agradezco al señor Ángel (alcalde del pueblo) que por
algo lleva tantos años en el cargo, siendo un ejemplo para muchos. También
quiero hacer presente a Juanito y Juliana (muchos años maestros en el pueblo)
por su trabajo desinteresado en el mismo.
No solamente en la escuela, sino en cualquier lugar donde
pudieran ser necesarios. Para mí fueron un ejemplo de solidaridad que pusieron
en práctica el mandato de Jesús “un mandamiento nuevo os doy, que os améis los
unos a los otros como yo os he amado” (Juan: 15,17).
Como en los primeros cristianos que se conocían al ver
como se amaban, asi es como se percibe en Monleras: como comparten, como se
ayudan, como se aman y como dialogan para evitar conflictos. Esto no viene
porque si, sino que ha habido sembradores por el camino y está dando fruto.
Termino pidiendo a la Virgen que nos acompañe en nuestro
caminar para no separarnos nuca de Jesús. En la Eucaristía que vamos a celebrar
el día de la Virgen y que estaremos todos presentes, pues no puede faltar nadie,
pediremos de una forma especial para que nos mantenga siempre unidos estemos
donde estemos, ya que todos tenemos las mismas raíces.
Están todos invitados para cuando vayan a Buenos Aires,
allí tienen su casa, no es en el lugar donde estaba antes, ya que desde que me
jubilé como docente me retiré a un barrio carenciado, pero allí también serán
muy bien acogidos. En estos dos años tuve la visita de unos primos de Asturias
y también la sorpresa de Silvana, que nos fue a colaborar un mes. Nunca faltan
profesores de Bilbao y Valencia que durante las vacaciones de verano van a
colaborar con nosotros. Anteriormente lo habían hecho Cele y Veri; también
Marta cuando fue con la orquesta para tocar al teatro Colón. También Cándido y
Pilar.
También un día nos visitó el alcalde de Puerto Rico; y
así como él, un día nos puede dar la sorpresa el alcalde de Monleras.
¡VIVA LA VIRGEN DE LA ASUNCIÓN, NUESTRA PATRONA!
¡VIVA MONLERAS!
¡VIVAN LAS FIESTAS DE MONLERAS!